Tánger fue un punto más destacado de la presencia británica, que se ha mantenido resistente frente a las rápidas transformaciones urbanas, y aún no ha borrado las huellas de un período en el que la ciudad del Estrecho era un destino favorito para los diplomáticos e intelectuales británicos.
De hecho, algunos de sus monumentos aún recuerdan una época en la que la ciudad fue el hogar de una élite inglesa que encontró una especie de liberación de su clima, ubicación y espacio cultural.