‘Alá bendiga a Tánger’, oración cuando se liberó la ciudad marroquí del dominio inglés
La celebración del nacimiento del profeta Mahoma, el Mawlid, en Tánger difiere de la de otras ciudades marroquíes.
La ocasión está asociada a un aniversario que se remonta a 1684, cuando Marruecos recuperó la soberanía sobre la ciudad tras veintidós años de ocupación británica.
Este momento histórico coincidió y posteriormente adquirió un complejo carácter nacional y espiritual.
Tánger se convirtió en una posesión inglesa, pero después de 23 años, en 1684, la ciudad del Estrecho volvió a Marruecos después de tenerla fuera de su poder durante un período de más de dos siglos, en concreto, 213 años.
El año 1684 es un hito importante en la historia de Tánger, ya que es la fecha en la que los marroquíes liberaron durante el reinado del sultán Mulay Ismaíl (1645-1727) la ciudad del Estrecho después de la ocupación portuguesa e inglesa, que duró más de dos siglos (1471-1684).
En 1678, el sultán Mulay Ismaíl ordenó lanzar el ataque contra los británicos con un ejército, compuesto por hombres de tribus del Rif, Ghomara, Jbala o Yebalí y otras regiones de Marruecos.
Las tribus del norte se unieron bajo el liderazgo de Ahmed al-Khadir Ali Ghailan, y el comandante Ali ben Abdallah al-Riffi supervisó el asedio.
Mientras tanto, juristas y eruditos, en particular Mohamed al-Hajj al-Baqqal, conocido como ‘Sidi Bouarraqia’, motivaron y animaron al pueblo mediante sesiones de dhikr (recitar frases cortas, oraciones o nombres de Dios) y la orientación religiosa.
Ante la dureza del asedio, la escasez de suministros y la falta de apoyo popular, Gran Bretaña decidió retirarse en el otoño de 1684, dejando tras de sí una ciudad prácticamente destruida.
Las fuerzas marroquíes entraron en la ciudad y anunciaron su reconquista, coincidiendo con el aniversario el 5 de febrero de 1684, con el mes del nacimiento del profeta Mahoma, convirtiendo el evento en un acontecimiento simbólico y triunfal.
Después de la liberación, Tánger fue testigo de una nueva ola de estabilidad: tribus del sur y del norte acudieron y surgieron figuras espirituales que desempeñaron un papel en la remodelación del tejido social y religioso de la ciudad.
Entre ellos se encuentra ‘Sidi Bouarraqia’, cuyo nombre sigue siendo popular entre el pueblo gracias a la famosa frase: “Que Tánger viva mucho” y ″Alá bendiga a Tánger”.
Estas palabras contrastan con las del cronista y funcionario naval inglés, Samuel Pepys (1633-1703) quien maldijo la ciudad esperando que fuera destruida, ″solo el infierno es peor” y antes la había definido como ″ese lugar perverso”.
El santuario de Bouarraqia se ha convertido con el paso del tiempo en un centro espiritual, donde se celebran procesiones festivas anuales conocidas como ‘Sabaa al-Mawlid’, donde se presentan regalos, se recitan encantamientos y los participantes recorren las calles de Tánger para celebrar el nacimiento y conmemorar la liberación.
El acontecimiento de la liberación de Tánger marcó entonces un momento decisivo que puso fin a siglos de ocupaciones sucesivas por parte de España, Portugal y luego Gran Bretaña, y afirmó la presencia de Marruecos sobre la capital del norte.
Cuando los ejércitos marroquíes entraron en Tánger, la ciudad estaba vacía y la mayoría de sus edificios estaban en ruinas, los ingleses volaron las fortificaciones y el muelle, por lo que esperaban días de reconstrucción y reedificación.
El sultán Mulay Ismaíl ordenó al conquistador Ali ben Abdallah al-Riffi (fallecido en 1713) a comenzar inmediatamente a reconstruir lo que había sido destruido y establecerse en la ciudad el mismo día de su entrada.
Así, se reforzó la imagen de Mulay Ismaíl como símbolo del prestigio central del Estado alauí y como un sultán que redefinió las fronteras del estado, con una mezcla de severidad y simbolismo religioso.
Después de la conquista de Tánger se reforzaron las defensas en Ceuta por temor a ataques. Precisamente, las ciudades de Larache (1689) y Arcila (1691) ambas entonces controladas por España, fueron conquistadas posteriormente.
Tánger británica
Históricamente, las raíces de la ocupación se remontan a 1662, cuando Tánger fue transferida a la Corona británica como parte del matrimonio de la princesa portuguesa Catalina de Bragança (1638-1705) con el rey inglés Carlos II (1630-1685).
La ciudad fue entregada como parte de la dote matrimonial por la corona portuguesa, que la controlaba, Tánger desde hacía casi dos siglos bajo la dominación portuguesa, pero pasó al control inglés después de que el rey portugués Alfonso VI (1643-1683) se la entregara como dote de Catalina de Bragança.
Tánger dejó de ser posesión portuguesa y pasó a ser inglesa en 1662, representando una base avanzada de la influencia británica en el sur del Mediterráneo.
Pero los desafíos militares y logísticos que enfrentaron las fuerzas británicas, sumados a la creciente resistencia marroquí, llevaron a Londres a reconsiderar sus iniciales cálculos.
Tan solo dos años después de su presencia, en 1664, se produjo la batalla entre Ahmed al-Khadir Ali Ghailan, que contaba con tres mil combatientes, contra el oficial escocés Andrew Rutheford, conde de Teviot, que murió en el enfrentamiento junto a quinientos hombres que fueron masacrados, salvándose solo treinta.
Fue la mayor derrota inglesa en la ciudad asumiendo el cargo John Fitzgerald que negoció un alto el fuego que no tuvo efecto, tan solo retrasó la caída de la ciudad.
Tras la salida inglesa de Tánger en 1684, el rey Carlos II falleció un año después, en 1685. Con su muerte, la reina Catalina abdicó del trono de Inglaterra y su reinado terminó volviendo a Portugal.
Parecía como si su destino estuviera ligado a Tánger, la valiosa dote que se llevó a Inglaterra y que los marroquíes le arrebataron después.
Texto: Jesús Cabaleiro