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Literatura

Juan Ramón Lucas revela en su nueva novela los mecanismos de captación yihadista

José Ángel Cadelo analiza la última obra literaria del periodista de Onda Cero, Juan Ramón Lucas, donde escribe: "rigurosamente documentada, Agua de luna conduce al lector a un thriller de religión, amor, idealismo y misterios insondables del alma"

En un mundo de youtubers, instagramers y gente que se hace llamar creadores de contenido, Juan Ramón Lucas viene a convencernos, con Agua de Luna, de que la literatura sigue siendo una manera maravillosa de contar historias. El director de La Brújula, de Onda Cero, ha desarrollado una habilidosa capacidad para meterse en el pellejo de los personajes que crea —o que conoce—, incluso los más complejos. Parece como si hubiera vivido sus propias vidas y hubiera padecido sus pasiones, sus dudas y sus miedos. Eso hace resbalar al lector hasta las fronteras del bien y del mal, de la verdad y de la mentira, de lo moral y de lo aberrante.

Agua de luna, la segunda novela de Lucas, está impregnada de una extraña fragancia humana, de la sensual atracción por lo desconocido, de la confusión entre los apegos del corazón y el compromiso con unos ideales tan ajenos como sorprendentes. Greta, la joven aspirante a actriz que protagoniza este relato de misterios y peligros, recorrerá un largo camino en busca de un paraíso a medio construir. Todo sucede de una manera tan natural que hasta las mudanzas más turbadoras de su alma resultan comprensibles en este thriller de aventura, pasión y psicología. La estudiante de arte dramático navegará en un ambiente virtual de nuevas amigas que, en los momentos íntimos de dolor, se acaban por convertir en “un enjambre de enfermeras balsámicas”. Esas relaciones y otras más intensas y profundas desembocan en un territorio de horror que enganchará al lector hasta que, literalmente, consuma la última página de la historia. No hay deus ex machina: el desenlace o final sorpresa es tan prodigioso como coherente.

Las pinceladas de color se van sobreponiendo a lo largo de 380 páginas y, únicamente en su conjunto, divisadas desde la distancia, permiten la contemplación de la más fascinante y underground de las realidades. Lucas describe los paisajes, los restaurantes y las habitaciones del alma con la misma precisión técnica, como si diese instrucciones para un director escénico o redactara un informe pericial.

Las cosas que suceden en la Red son una metástasis de lo que está pasando en la realidad más escondida de Londres, Estambul, Siria... Esta no es una novela de dolor, pero el lector se topará con la cruda sordidez que están condenados a padecer quienes se adentran en esos universos en los que la violencia y el horror se causan y se justifican. “Dios nos ha elegido y nos toca sacrificarnos por otros”, dice un líder de eso que autodenominan yihad. “Y hacer sufrir… mucho”, dice la aprendiz continuando la frase. “Nunca más del sufrimiento que evitas o vengas con tus acciones”, sentencia el maestro.

Para componer este puzle pieza a pieza, párrafo a párrafo, que conduce a los protagonistas a zonas en guerra, el autor ha requerido información de fuentes policiales, judiciales, de inteligencia, de expertos en islam, mundo árabe… Se intuye y se deduce ese vasto trabajo de documentación que hace de esta novela, también, un relato periodístico en el que casi todo es veraz y, si no lo es, lo parece. Sin embargo, el empeño y la calidad literaria de Lucas han conseguido borrar las huellas de esa labor informativa previa, dotando a Agua de luna de una unidad narrativa e intelectual —y, a veces, poética— que no dejará indiferente a los que gustan de estos asuntos de la oscura actualidad o de la buena prosa. Como escribió Miguel d’Ors sobre lo que debía contener un poema, Agua de luna también tiene “lugares, tiempos, vidas, / sueños que se entrecruzan con más sueños / y cosas que no pueden entenderse”.